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en torno a los asuntos de género, en lo concerniente al
cuerpo y a las llamadas “iconografías femeninas para un
nuevo arte”.
Al sumergirnos en su obra es inevitable rememorar a
Eva Hesse y Louise Bourgeois, quienes pulen las aristas
de este tipo de materializaciones y temas. Estas dos
artistas ofrecen un legado maravilloso en el hacer
desde la perspectiva femenina, asumiendo no solo
nuevos métodos, sino también el viaje a laberintos que
llevan a explorar el signicado de ser mujer, desde el
acallamiento histórico de la mujer en una sociedad que
se construyó para reprimir esas dimensiones. En este
legado expresivo se develan aspectos autobiográcos
y familiares, ausencias, lo efímero, las asociaciones
orgánicas, la vulnerabilidad del cuerpo y la emoción,
el interés por lo psicológico, los miedos, lo confesional
desde el propio cuerpo y el amor. Se evidencian así los
traumas cotidianos que no se cuentan, las exploraciones
con la infancia propia y también, por efecto del arte
como modo de comunicación que se vuelve pública, el
acto de mirar y ser mirado.
Sin duda, al apreciar las obras de Andrea, encontramos
que transitamos algunos, si no muchos, de estos
recodos de la creación. Reparamos en los materiales que
construyen sus objetos y dan cuenta de que hay algo
de cuerpo real en ellos que los aleja de los materiales
y soportes inertes, porque encarnan en sí mismos algo
tan sensible y apreciado como los secretos más íntimos.
Las cualidades textiles (ver Figura 6), lo membranoso, el
abultamiento, el pliegue, la contención y el aoramiento
de la forma orgánica, los hilos y los nudos, la textura de
encaje, lo velado del nailon, lo maternal del algodón,
el color rojo, el rosa, los grises y la pulcritud del blanco
son códigos con los que se juega para permitir que
emerjan en un lenguaje íntimo aquellas cosas que los
seres humanos pocas veces aprendemos a decir. De esta
forma, se puede asegurar que Andrea rescata el cuerpo
de la mera mirada sgona, y de alguna manera, con su
particular lenguaje, nos insta a activar otros sentidos
para la comprensión del cuerpo desde las relaciones
entre lo visceral y las verdaderas emociones y relatos
que se conectan a diario, en lo que podría constituir un
ser real desde adentro, antes que una noción construida
culturalmente desde fuera. Citemos a Luce Irigaray:
Invertir en la mirada no es tan privilegiado para
las mujeres como en los hombres. Más que otros
sentidos, el ojo objetiviza y enriquece. Se pone a
la distancia, se mantiene a distancia. En nuestra
cultura, el predominio de la mirada sobre el olfato,
el gusto, el tacto y el oído ha ocasionado un
empobrecimiento de las relaciones corporales. En
el momento en que la mirada domina, el cuerpo
pierde su materialidad (1978).
Pero ese cuerpo al que alude Andrea es un cuerpo
fragmentado, no desde lo formal sino desde lo psicológico,
para no sucumbir a la incapacidad del realismo en la
representación que hace un cuerpo entero o partido
desde la llamada “gura parcial”, que algunos artistas
modernos, como Rodin o Brancussi, utilizan. Por su parte,
Kraus (2007), al analizar la obra de Bourgeois, arma:
Pero otra lectura de la historia de mucha de la
escultura modernista es que se localiza no tanto
en el ámbito de la “gura parcial” como en el de
la parte-objeto, dada su dimensión psicoanalítica
como la meta de un instinto o impulso. El cuerpo
del sujeto, enfocado alrededor de tantos órganos
separados con sus necesidades y deseos, interactúa
con el propio mundo exterior –el mundo objeto–,
en términos de órganos recíprocos que habrán de
satisfacer aquellas necesidades y deseos: el mundo
del niño como tantos senos, bocas, vientres, penes,
anos… La parte-objeto habla de la imperiosidad de
los impulsos, de la rapacidad de sus exigencias, del
modo en que el cuerpo puede, en el dominio de
la fantasía, ser rasgado, canibalizado, despedazado.
Como conclusión, se puede decir que Andrea no solo
articula un mundo autobiográco de corporeidades y
deseos que bien pueden ampliarse a nociones universales
de lo femenino, sino que, a partir de su asimilación de la
bruja, no de pociones mágicas sino de materialidades y
saberes cercanos a la mujer, logra concretar uno de los
roles más maravillosos que tiene el arte, el de poder
correr el velo para dejar ver el encuentro entre lo invisible
y lo visible. Esto signica dejar salir de la caja de Pandora
no solo los órganos intangibles del placer y de sentires
inexplicables, sino también, incluso, engendros de trapo
y escenografías del secreto en las cuales nos podemos
poner en escena.
Juan Canales Hidalgo
Juan Canales disfruta de las relaciones entre
la imagen y las palabras, las metáforas nada
explícitas, quizás sin sentido aparente. El joven
practica la toma de apuntes ocasionales sobre lo
cotidiano y ensoñado que convierte en pintura:
(re)presentación poliédrica y bastarda de objetos y
signos (Canales, 2018).
Juan Canales Hidalgo es un artista español que realizó
sus estudios de maestría y doctorado en la Universidad
I+D Revista de Investigaciones ISSN 2256-1676 / ISSN en línea 2539-519X
Volumen 14 Número 2 Julio-Diciembre de 2019 pp. 122-141
José Germán Toloza Hernández
Cómo se aproximan los artistas contemporáneos al tema de la mujer: En torno a la curaduría Iconografías femeninas