Fabio Estupiñan, Oscar Valverde Riascos
I+D Revista de Investigaciones ISSN 2256-1676 / ISSN en línea 2539-519X
Volumen 16 Número 2 Julio-Diciembre de 2021 pp. 140-150
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En este orden de ideas, la reflexión se entrelaza con todo
lo referente a la estrategia de autoevaluación de la
práctica pedagógica, el cual según los conceptos de
algunos autores se refiere como aquel asunto donde es el
docente el que acopia, descifra y juzga la información
concerniente con la práctica de su quehacer. Es el
educador quien establece criterios y estándares para
evaluar sus compendios, sapiencias, habilidades,
eficacia, en efecto, concreta juicios significativos de la
autoevaluación como propósito de exaltación y, además,
conocimientos de debilidades en los alumnos (Airasian
& Gullickson, 2000). Según lo puntualizado por el
escritor, al hacer un estudio y la reflexión benefician la
interpretación y cimentación de sus propias
concepciones, pues involucra que el profesor
confeccione corduras sobre cómo orienta en esa
enseñanza, para qué se enseña y por qué se enseña,
incógnitas que forjarán que el docente analice y
reflexione inacabadamente sobre su trabajo educativo, el
cual lo llevará a establecer un proceso de autoevaluación
y autorregulación de su quehacer profesional.
Por consiguiente, es imperante analizar la producción de
un proceso reflexivo en el ambiente de la educación y,
además, articulado desde una perspectiva de la
neuroeducación, donde existen mayores vacíos
investigativos en cuanto a la articulación de la práctica
pedagógica y su relación con un proceso basado en la
autoevaluación y la autorregulación y su relación con la
neuroeducación. La identificación de las prácticas
pedagógicas en la educación hace necesario una
evaluación pedagógica en los establecimientos
educativos, el cual se pueden deducir aspectos necesarios
que compongan elementos que conlleven a tener
herramientas que permitan la inspección de fortalecer los
procesos pedagógicos mediante esa autoevaluación y
autorregulación de la práctica, y así, mejorar el
rendimiento académico en la comunidad educativa
(Duque et al., 2013).
De manera que, la neuroeducación se sustenta como un
área multidisciplinaria, al incorporar en su esencia a la
neurociencia, la psicología y la educación, donde su fin
es de dar a conocer cómo funciona el cerebro en el
entorno educativo con el propósito de generar
herramientas de mejora en la práctica pedagógica. “El
objetivo de la neuroeducación es generar investigación
básica y aplicada que proporcione una nueva forma
transdiciplinaria de aprendizaje y enseñanza, la cual sea
capaz de mejorar la educación” (Adrianzén Fernández,
2018, p. 31).
Ahora bien, según Aguilar Davis et al., (2018) en su
documento “Evaluación de la autorregulación de la
docencia y el aprendizaje en la formación inicial
docente” expone que la autorregulación está
entrañablemente vinculada a la autoevaluación y
autocritica del docente, como una herramienta de
aprendizaje que permite la consolidación de los
conocimientos del docente en todo su desempeño
profesional. Por lo tanto, la inmersión que tiene el
docente en el proceso de autorregulación del aprendizaje,
y la autoevaluación de su práctica pedagógica brinda una
perspectiva positiva que genera una contribución a la
práctica educativa, sentando una base que permita
relacionar nuevas herramientas, como lo es la
neurociencia con su particular temática en la educación
el cual es el área de la neuroeducación.
Relación de la neuroeducación y el pensamiento
reflexivo en la práctica pedagógica
Las concepciones como la autoevaluación y
autorregulación, que deben estar inmersos en una
reflexión de la práctica pedagógica, forman ese equipo
que permiten generar un instrumento más consolidado en
la práctica docente, y de la derivación de estos procesos
se instaura que se debe efectuar un modelo donde los
docentes tengan esa herramienta que integre esa
articulación entre la neuroeducación y la práctica
pedagógica; el cual conlleva a una realidad imperiosa, en
la ambición de cambiar y mejorar el proceso de
enseñanza- aprendizaje. Por lo tanto, con relación a lo
expuesto se obtiene por medio de las investigaciones
neurocientíficas, descubrimientos desde la psicología
cognitiva, y desde luego estudios sobre neurociencias,
que esta temática conduce a una nueva disciplina llamada
neuroeducación, cuyo propósito “primordial es saber
cómo el cerebro aprende y de qué manera se estimula su
desarrollo en el ámbito educativo por medio de la
ilustración académica” (Pherez et al., 2018, p. 150).
Mora Teruel (2013) describe que:
La neuroeducación es una nueva visión de la
enseñanza basada en el cerebro, que toma
ventaja de los conocimientos sobre cómo
funciona el cerebro, integrados con la
psicología, la sociología y la medicina en el
intento de mejorar y potenciar tanto los procesos
de aprendizaje y memoria de los estudiantes,
como la enseñanza de los profesores. (p. 25)
En este sentido se comprende que la neuroeducación
fomenta un norte para la práctica educativa, relacionando
hacia una enseñanza fundada en el cerebro, el cual se
sostiene en principios procedentes de resultados notables
de la investigación sobre el cerebro, la perspectiva de la
neuroeducación se rige a la cimentación de puentes entre
la neurociencia básica y sus estudios en la inmersión de
la educación para concertar las metodologías de
enseñanza de los educadores con las técnicas de
aprendizaje de los alumnos (Pherez et al., 2018).