Desminado Humanitario: impacto socio-económico en el municipio de Sabana de Torres de Santander, Colombia
I+D Revista de Investigaciones ISSN 2256-1676 / ISSN en línea 2539-519X
Volumen 17 Número 1 Enero-Junio de 2022 pp. 71-84
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Para el análisis documental se utilizó Excel (hojas de
cálculo y gráficas) mediante el cual se realizó el análisis
descriptivo-comparativo de los datos, de acuerdo con
Kalman & Rendón, (2016) “una de las ventajas de las
hojas de cálculo es que ponen en juego los datos desde
diferentes ángulos y favorecen su triangulación,...
facilitan la realización de búsquedas y agilizan la
depuración de las categorías de análisis....” (p. 33).
Procedimiento
La investigación se desarrolló siguiendo las siguientes
fases: (a) se organiza un marco teórico como sustento del
origen del proceso del desminado humanitario, su
metodología, procedimiento y alcances. (b) Se recopiló
la información correspondiente al municipio de Sabana
de Torres principalmente de su historia, (c) análisis de los
planes de desarrollo 2016-2019 con 2020-2023 buscando
diferencias relevantes en los aspectos de desarrollo de la
localidad; (d) se realizó el análisis de los índices
delictivos 2014-2019. Las condiciones de ruralidad y las
medidas tomadas por la pandemia del COVID 19
dificultaron la comunicación directa con las víctimas por
tanto esta investigación no cuenta con las voces de las
víctimas. Es importante una vez desarrollado el proceso
de desminado dar continuidad en la construcción de una
estrategia integral que permita fortalecer todos los
componentes sociales de acuerdo a las características de
cada población.
Resultados del análisis de los datos
Conflicto armado en Colombia
Colombia ha tramado su historia con diferentes eventos,
unos marcados por la violencia y al conflicto armado
interno, con la participación de diferentes actores como
el crimen organizado, delincuencia común, autodefensas,
guerrilla, así como el narcotráfico (Acevedo Suárez &
Rojas Castillo, 2016; Pecaut, 1997; Restrepo & Aponte,
2009), los cuales han dejado una huella profunda en las
poblaciones afectadas a lo largo del territorio nacional,
algunas con mayor intensidad y con índices de
criminalidad muy por encima del promedio.
En el marco del conflicto armado se han evidenciado
constantes cambios relacionados directamente con “los
planes de expansión, fortalecimiento y adaptación de los
grupos guerrilleros”, las actividades de control
implementados por el Estado colombiano para
restablecimiento del orden, “contrarrestar su accionar, la
relación de fuerza entre los actores del conflicto y el
desarrollo de diálogos de paz” (Prieto et al., 2014, p. 9).
Es imprescindible reconocer en el conflicto armado una
dinámica de violencia para ejercer el control sobre la
población, a través de ataques a la fuerza pública que
involucran directamente a la comunidad, el
desplazamiento forzado, secuestros, masacres,
extorsiones, homicidios, reclutamiento de menores y
víctimas de minas antipersonales entre otras; dejando a
su paso un alto impacto humanitario representado en
innumerables elementos de afectación en las víctimas,
entendiendo los daños y secuelas de carácter, físico,
psicológico y económico ocasionados en las víctimas
directas y en las pérdidas materiales, deterioro social y
desvanecimiento de la economía de la población en
general, así como el alto daño ambiental ocasionado
producto de los atentados contra las zonas de
exploración, explotación y transporte petrolero,
eléctricas, comunicaciones, las multinacionales, la
explotación minera y la estructura económica,
caracterizado por ser ataques de bajo esfuerzo militar
propios del accionar político y militar de los grupos
guerrilleros pero tiene la capacidad de desgastar la fuerza
pública; el uso de las zonas de frontera son de lejos las
más afectadas por la violencia (Pecaut, 1997, p. 5-6).
Zonas como el Catatumbo, Tumaco y Putumayo
aprovechadas por la facilidad de movilizarse a otras
regiones sin ser detectados, brindando importante ventaja
para desarrollar actividades ilícitas relacionadas con el
tráfico de armas y de drogas (Prieto et al., 2014, p. 40).
La lucha del Estado dirigida a la disminución en la
capacidad militar y territorialidad, minimizando su
accionar armado a través de la puesta en marcha de
planes y operaciones de la fuerza pública desde el 2003,
logrando los más bajos índices en el 2006 (Echandía &
Salas, 2008, p. 37); logrando así en primera instancia la
presencia estatal con el ingreso de la fuerza pública e
instituciones locales en las diferentes poblaciones y la
disposición para entablar negociaciones y el proceso de
paz con la participación de organizaciones
internacionales, entrando en la etapa del postconflicto
como actualmente se evidencia.
El conflicto armado se desarrolla con la presencia de tres
actores, por un lado, el Estado a través del trabajo de la
fuerza pública en la recuperación del territorio,
gobernabilidad y confianza de la población civil, segundo
los grupos guerrilleros, paramilitares y delincuencia
organizada en su estructuración, accionar y reacción ante
las dinámicas del Estado y tercero, la postura de la
población civil dirigida a no salir afectada en medio de
los enfrentamientos, polaridad o vinculación con alguno
de los grupos al margen de la ley.
Según información de la Base de Datos del Conflicto de
la Fundación Ideas para la Paz FIP:
Entre 1999 y 2002, el 57% de la actividad
armada tanto de guerrillas como de la fuerza
pública se concentraba en ocho departamentos
(Antioquia, Meta, Arauca, Cundinamarca,
Caquetá, Cauca, Huila y Putumayo); entre 2003
y 2007 siete departamentos concentraron el 57%
de la actividad y a diferencia del lapso anterior,